miércoles, 14 de noviembre de 2007

Praga 14-11-07

Hoy, nieve. Los coches qve vienen de las afueras traen los capós blancos. En la city no está cuajando. Me voy a la catedral de San Vito. Cojo el 9 -es mi tranvía comodín y comodón, pues está a la puerta del hotel-. Por una vez no me bajo en la Jidrinsska, si no que sigo hasta Mustek. Allí cojo el metro hasta Hdranska (o algo así).

Se supone que es la estación del castillo de Praga, pero yo no veo ni castillo ni nada, pues como nieva, el aire está turbio. Echo a andar en la dirección que Dios (Deo gratias) me da a entender y con la inestimable colaboración del hombre de las nieves praguense, llego al castillo. Allí me encuentro con Pilar y su grupo.

Castillo, lo qve se dice castillo... No es. Es más bien un concepto metafísico, pues no hay almenas ni torreones. Se trata de un recinto cerrado (no exactamente amurallado) en el qve se concentran palacios (reales y/o imperiales), la susodicha catedral de S. Vito y otras dependencias del gobierno del país, con soldaditos que hacen cambios de guardia y cosas de esas.

Esta catedral de S. Vito -santo conocido en España mas que nada por sus agitadas coreografías- es gótica y tiene unas curiosas vidrieras. A pesar de su evidente goticidad tiene un sin fin de horrores barrocos. Por ejemplo, 2.000 kg. de plata (de la buena, no de la que cagó la gata) para el sepulcro de S.Juán Nepomuceno (o Nepomuk que mola mas).

No es muy difícil imaqinarse semejante Horror. En España tenemos muchos así. Habrá a quien le guste. No lo he sacado en foto por miedo a que explotara la cámara.

Curiosidad: en esta catedral hay un español enterrado y una lápida que hace referencia otro. El difunto es un caballero toledano que no sé que coño hacía por estos lares y la lápida parece que hace referencia a algún hecho o deshecho del legendario Marqués de Spinola que tantas glorias dio a los Austria en Flandes, Italia... (y tan mal se las pagaron). Allá donde veas una cruz de Santiago, es que hay un militar hispano anexo a ella.

También aprendí que los checos han tenido por costumbre defenestrar a sus gobernantes y obispos, pero de manera que parezca un accidente, o sea, patas arriba por la ventana más alta. ¿Sería para no causar alarma social? Cuando no tenían ventana a mano, pues lo tiraban por el puente. Por tirar, que no quede.

Bajando hacia la orilla del río, el líder del grupo (parecía el tío un abanderado del ejército bolchevique, con el paraguas rojo en ristre todo el día) nos llevó al Metro. Al lado de la estación había un parque (en realidad, Praga es un parque con una ciudad incrustada en él). Vi una pintada. Tenía rimas y métrica, luego debe ser una poesía. Ignoro que pone. Si canta al amor o a la muerte. Por si alguien la quiere traducir, ahí la pongo.

Bajamos en la parada de Mustek -ya se ve qve soy un precursor- y nos enseñó curiosidades del centro. Tal y como se
ve en la foto, el tal San Juan Nepomuceno, perdió la cabeza... pero no la aureola de santidad. Mucho santo este Nepomuk...

También entramos en una antigua galeria comercial que se llamaba Tesla, como el científico del magnetismo, que era checo. Aparte de la vidriera corporativa, que es muy hermosa, vimos una curiosa muestra de arte provocativo de vanguardia, una estatua de San wescenlao a caballo, pero con el caballo colgando de las patas.

Luego les llegó la hora a los del grupo de regresar a sus obligaciones. Creo que hubieran preferido quedarse conmigo, de paseo por la ciudad. Pobres, pero bienaventurados los que sufren...

En mi soledad, decidí ir a Mala Strana a comprar las partituras del encargo de ayer. ¿Que tranvía cogí? Sí, el 9.

Hice el mandado mientras un melenudo tocaba un blues en la tienda. No se... para mí que un blues cantado en checo, como que... no es lo mismo.

Comí - y escribí esto- en un restaurante que había enfrente. Amabilísimos los camareros.-Nótese qve no era un antro de turistas, si no de indígenas nativos de Bohemia y Moravia -.

Después de tomar un té japonés -lo juro- y disfrutar de una interesante sobremesa conmigo mismo viendo por la ventana cómo nevaba, me lancé a la calle con dos objetivos. El uno, ver unos canales paralelos al río qve eran nada menos que la Venecia de Praga. Y el otro, subir en el funicular a Petrin, para ver qué hay allá arriba.

Vi un canal. No había góndolas, sin embargo nevaba sin parar. He oído que en Venecia, a veces también nieva. Hasta ahí el parecido. Había un edificio restaurado con una rueda de paletas adosada. Supongo que seria uno de los antiguos molinos de Praga, pues estas gentes comían pan ya en tiempos del rey Carolo.

Como al lado del río hacía mucho frío, decidí subir al Petrin, donde hacía mucho mas.

Encima de la estación de funicular, hay un parque enorme, con un puente que cruza por encima de las vías. Estando yo allí haciendo una foto vi venir tres presuntos perros ladrando hacia mí a toda la velocidad que les daban sus patitas caninas. Primero pensé ¿serán galgos o podencos? Luego como vi que se me acercaban: ¿me querrán devorar crudo?

Pero, en visto más de cerca, resultó qve el primer presunto perro era ¡una (grande) liebre!. ¡pues si que corría, mismamente como una liebre! Así que como para echarle un galgo.

La fauna checa se perdió entre los flora también checa y yo me subí al funicular.

Este vehículo sube una cuesta de unos 1000 m de largo y tiene una parada intermedia. El desnivel que salva debe ser de unos 400 m.

Arriba era otro mundo. Era blanco. Todo nevado. Además, los domos del observatorio astronómico también eran blancos y parecían iglúes. Era una Antártida con un único pingüino (yo).

Me dirigí a una pequeña torre Eiffel que tienen aquí los praguenses. Estos tipos no se privan de nada.

La torre sólo es visitable en sábado y domingo, igual que un pequeño pabellón muy romántico que resultó ser un laberinto.

Toda esta zona era un poco Monte Igueldo donostiarra, por el rollito decimonónico que lleva.

Encontre una bomba de agua, para uso de fuente, supongo, pero gigantesca, debía subir el agua desde el Averno, o aún desde más abajo. ¡Qué barbaridad!

La noche fue extendiendo su manto púrpura... pero púrpura helado, por lo qve opté por una retirada estratégica, so pena de convertirme en el primo del Yeti.

Descendí en el funicular, con el viaje amenizado por los alaridos infantiles de unas familias persas que hablaban francés. Los alaridos aumentaban a medida qve los niños se iban descongelando. Al llegar abajo ya se habían descongelado del todo, porque aparte de gritar también se agitaban como poseídos por el espíritu de S. Vito. Dudé si buscar un exorcista, pero como no se cómo se dice en checo, opté por huir hacia mi santuario, que no es otro que el tranvía número....9

Creo que a éste tranvía le voy a a escribir un blues.

Y al hotel, que pa luego es tarde!!


2 comentarios:

Jesús dijo...

Vaya Edu, realmente la crónica del viaje esta siendo muy divertida. A pesar del frío

Jesús dijo...

Vaya eduardo, estas cronicas son realmente divertidas. A pesar del frío